Sebastián Castella salió a saludar una ovación del público con Aarón antes que saliera su primer toro, al que Castella paró en el tercio con buenas verónicas, y Aarón Palacio quitó después de la pica con chicuelinas y elegante remate.Sebastián Castella, arrancó la faena con rodilla en tierra en ayudados por alto para después llevarlo a cercanías antes que se cayera de manos. Fallo con la espada, silencio.
Aarón Palacio con «Veneciano» fue el segundo toro de la tarde, número 96, falto de manos, mucha demora en llegar al caballo donde no embistió. El toro cayó de manos varias veces, cambió de tercio en lugar de cambiar el toro que sobrevivió en banderillas. Aaron inició faena prometedora por el pitón derecho a media altura, un animal manso e inválido; su grupo de fans lo ovacionaron alentando la faena de buenos ayudados por altos con los que cerró a un toro rajado. Los dejó con una espada en alto, petición fuerte y oreja.
Castella al tercero de la tarde sobre la primera raya, estático y por alto. El toro mostró corto de viaje. Castella lo llevo lento dándole distancia al toro, y esto respondió en una limpia serie. Más profunda fue la siguiente serie al natural, más estético que profundo, y trató de caldear los tendidos pasándose al toro rozando la taleguilla. Las manoletinas de cierre no sacaron aplausos de los tendidos. Se llevó el matador al toro al centro del ruedo y ahí enterró el acero en lo alto. Solo la estocada era de oreja. Y fue concedida.
Aarón Palacio. Después de brindar su toro a la alcaldesa, recibió al imponente cuarto de Garcigrande, de rodillas por derechazos en redondo, seguido por una serie de derechazos en una faena que se fue a más; cerró su faena con pases muy templados en tablas que conectaron con el tendido. Estocada certera, oreja.
Quinto toro, Sebastián Castella en el saludo capotero. Tampoco mejoró en el caballo, donde perdió las manos en ambos encuentros. Ya en la muleta, el francés hizo valer su oficio y cabeza fría, construyendo una faena de inteligencia y temple. Siempre llevó al toro muy enganchado en la franela, dejándole la muleta puesta para aprovechar las inercias y mantener la ligazón. Por el pitón izquierdo alcanzó los momentos de mayor rotundidad, toreando con profundidad y ritmo en redondo. Muy ligado, Castella templó las embestidas del excelso Garcigrande y rugió el Coso de la Misericordia. Una estocada hasta los gavilanes en el centro del ruedo, dos orejas unánimes.
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